Caminando sobre el puente que permite el tránsito del Pitillal al Centro Comercial Soriana, en la colonia Ex-Haciendas del Pitillal, descubrimos Boris y yo, un desafortunado y cruel hallazgo: Debajo de nosotros, sepultado en las heladas aguas del río, yacía un solitario y blanquecino cuerpo, talvez en avanzado estado de descomposición. !Pobrecito!, fue la expresión de Boris, que lo avistó primero, y yo, que siempre cargo mi cámara en la bolsa, empecé a tomarle fotos a diestra y siniestra. !No, mamá, déjalo ya!, gritaba Boris, pero yo quería tener evidencia para mostrarla a mi familia cuando llegáramos a la casa de mis papás.
Cuando guardaba ya mi cámara pasó por allí una amiga que no veía hacía mucho tiempo. Con la sorpresa de encontrarla y la charla que entablamos, Boris y yo olvidamos el incidente y no lo volvimos a recordar. Las fotografías esperaban el momento de ser reveladas al mundo en lo mas recóndito y oscuro de mi congestionado bolso...
No había tenido necesidad de usar mi cámara hasta el día de ayer, cuando asistí a un concierto (del cual hablaré aquí la próxima semana, talvez) con algunos amigos y Valeria, mi sobrina. Jugueteando antes de que empezara el evento, nos tomábamos fotos a color, en blanco y negro, en sepia, y luego checábamos que salieran tal y como nosotras deseábamos; o sea, que nos favorecieran. En una de esas, cuando regresaba las imágenes de la última a la primera, aparecieron las fotos del triste ahogado mezcladas con las de gozo y alegría, en un desgraciado e incómodo contraste.
Valeria y yo, inmediatamente empezamos a armar historias, pensando qué situaciones podrían haber desencadenado tan fatal desenlace en la vida del desconocido individuo. Yo supuse que era, talvez, un loco enamorado que al verse despreciado por su amada, había tomado la determinación de suicidarse saltando desde el puente hacia el río, que al no ser muy caudaloso en estas épocas a pesar de las lluvias, lo había recibido en su duro lecho, causándole la muerte a causa del fuerte impacto con las piedras.
Val dijo que, de acuerdo con nuestros peligrosos tiempos, se trataba de un sujeto al cual una banda de insensibles había secuestrado, torturado y después ejecutado; y para deshacerse del cuerpo lo habían arrojado al río, dentro del cual ahora yacía, solo y desamparado; frío.
Iba a mostrarlo a los demás que me acompañaban cuando dieron comienzo los cantos. Apagué mi cámara y me dediqué de lleno a lo que me interesaba en ese momento. No pude saber la opinión de los otros; no puedo saber si la teoría de Val o la mía son ciertas o se asemejan un poco a la realidad; lo que si sé es que con seguridad hay una historia detrás de esta foto, como la hay siempre detrás de todas las cosas y las personas...
!Pobrecito!, fue la expresión de Boris, que lo avistó primero...