-Le hace falta algo en ese dedo, me dijo de repente el viejito. Unos segundos antes acababa de sentarse a mi lado en el camión y ya me estaba haciendo plática.
-Si, verdad? Le contesté mientras me reía dudando si lo decía en serio o sólo por tener algo de que hablar mientras llegaba a su destino. Tenía toda la pinta de turista y viajaba con su esposa y su hija, quienes iban sentadas dos asientos más adelante.
Había observado mis manos rápidamente y notó que estaba falta de marido por la ausencia de anillo en mi dedo anular.
-No se cómo se llama, pero cada que me acuerde de usted, le voy a pedir a Dios que le mande un esposo, al cabo que Él si sabe su nombre y la conoce muy bien.
Me aconsejó leer los evangelios y tener comunión con Dios por medio de la oración y después de un rato se bajó en Las Glorias, en la zona hotelera y me bendijo.
Al rato me acordé cuando en la boda de Caro me gané el ramo de la novia dos veces (la primera vez que lo lanzó fue anulada porque las demás mujeres argumentaron que las tomó por sorpresa) y de las palabras de Karina:
-Ahí tienes: la afirmación y la confirmación.
