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lunes, 27 de octubre de 2014

"Cielo Rojo"

Hace algún tiempo que tomé la decisión de ser feliz a pesar de todo y de todos. Fue cuando comprendí que todos los eventos que me acontecían (buenos o malos en mi limitado criterio) tenían un propósito y que todo estaba en las manos de Dios. Cierto que hay momentos de angustia y desolación, frustración y decepciones, enfermedades y carencias; cierto que he caído, pero también me he levantado y nada me detiene excepto Aquel que también me hace caminar. A nada le dedico ríos de llanto, mucho menos a un hombre ingrato: derramo sólo las lágrimas para las que no tengo ya espacio en presencia de Dios y las seco de inmediato. No acostumbro deprimirme ni me gusta agobiar a nadie con mis problemas. Y aunque en lo demás no le llego ni a los talones, creo que en eso me identifico un poco con mi abuela paterna. 


"Sola sin tu cariño voy caminando, voy caminando y no sé qué hacer, ni el cielo me contesta cuando pregunto por ti mi bien..." 

"Cielo Rojo", respondía cuando en las reuniones familiares le preguntaban qué canción quería que le interpretaran. Mi tío tocaba la guitarra y todos los adultos acompañaban a mi abuelita, quien cantaba sin ademanes ostentosos ni apasionamientos y con un volumen moderado en la voz. Yo era una adolescente y al igual que la mayoría de mis primos y hermanos, no me interesaba aprenderme la letra de ese tipo de música, así que mi papel era únicamente el de una espectadora, pero observaba, y todo lo guardaba en mi corazón. 
Ella fue siempre una mujer honorable, muy reservada y discreta en lo que a cuestiones sentimentales se refiere y yo nunca la escuché quejándose de mal de amores. Mi abuelo le dio una mala vida y a cambio, ella le sirvió con abnegación y fidelidad. El tuvo otras mujeres y finalmente la abandonó. Ella nunca se volvió a casar y se dedicó a servir con amor a su familia. Habrá tenido una nueva ilusión alguna vez después de su decepción? Quien sabe... Si la hubo, nunca nadie lo notó y puedo jurar que ninguno de los que la conocimos puede dar testimonio de que esto haya ocurrido jamás.

"No he podido olvidarte, desde la noche, desde la noche en que te perdí. Sombras de duda y celos solo me envuelven pensando en ti..." 

"Cielo Rojo", era su respuesta año con año y mi suspicacia empezó a despertar. Ya era yo adulta y había sufrido los desencuentros amorosos suficientes como para comprender la letra y me preguntaba: "pensará en mi abuelo?", "será para él?" Quería saber qué había en su corazón, si lo amaba todavía a pesar de todo, si lloraba por él en las noches en la soledad de su habitación y otras cosas que nunca me atreví a preguntarle. 

"Deja que yo te busque y si te encuentro, y si te encuentro vuelve otra vez. Olvida lo pasado, ya no te acuerdes de aquel ayer. Olvida lo pasado, ya no te acuerdes de aquel ayer..." 

Si escucho esta pieza pensando en que fue Juan Záizar el que la compuso y la interpretó, y su rostro lo reemplazo por el de mi abuelo, siento un gran dolor mezclado con ira y frustración y pienso en todo su egoísmo al pretender que la mujer a la que defraudó vuelva con él en el momento en el que a él le dé la gana buscarla. Y me indigna la desfachatez con la que le ordena que olvide el pasado y no se acuerde más del ayer. 
Pero cuando esta pieza la interpreta una mujer -como Tania Libertad, con quien la escucho ahora- toma otro cariz y adquiere un enfoque distinto. Si escucho la voz de Tania y su imagen la sustituyo con la de mi abuelita, siento un dolor diferente; es un dolor de miel amarga, empático y solidario con ella aún cuando todavía no alcanzo a entender -si es que mis percepciones fuesen acertadas- que su corazón albergara todavía, a pesar de todo el sufrimiento y después de tanto tiempo, sentimientos de amor para mi abuelo; que ella estuviera dispuesta a recibirlo de nuevo sin reclamos, sin condiciones, sin acordarse de todo el daño y la humillación que le infligió, porque yo no soy capaz de perdonar con esa totalidad ni de guardar una fidelidad a alguien que no me dio jamás su lealtad. Sólo en esa parte soy incapaz de comprenderla y por eso me duele pensar en todo lo que pudiera haber sufrido calladamente. 

"Mientras yo estoy dormida, sueño que vamos los dos muy juntos a un cielo azul. Pero cuando despierto, el cielo es rojo, me faltas tú. Aunque yo sea culpable de aquella triste, de aquella triste separación, vuelve por Dios tus ojos, vuelve a quererme, vuelve mi amor..."